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Tiépolo, luz y color

Giambattista Tiépolo fué,»Palacio Udine», el mayor pintor italiano y tal vez europeo del s. XVIII y con él concluye la tradición del fresco monumental. Recuperó las glorias de la escuela veneciana, especialmente de Veronés, y las enriqueció con la experiencia del Barroco romano y napolitano y las nuevas técnicas de perspectiva de la decoración teatral. Tras hacerse un nombre en Venecia, tuvo su primer encargo en la decoración del palacio arzobispal de Udine. Desde que se inició en los frescos su paleta se hizo clara y luminosa. Hacia 1736 su fama era tal que fue invitado a Estocolmo para decorar el palacio real, lo que rechazó. La década de los cuarenta la pasa en Venecia donde decora el palacio Labia. La década siguiente representa el momento culminante de su producción. Va a Würzburg para decorar el palacio del príncipe arzobispo, lo que logra gracias a la habilidad para dar vida a las alegorías más alambicadas y resulta la obra más importante de su madurez, obra llena de luz y color y concorde con el escenario arquitectónico.



Ronda de colores

Azul loco y verde loco
del lino en rama y en flor.
Mareando de oleadas
baila el lindo azuleador.

Cuando el azul se deshoja,
sigue el verde danzador:
verde-trébol, verde-oliva
y el gayo verde-limón.

¡Vaya hermosura!
¡Vaya el Color!

Rojo manso y rojo bravo
rosa y clavel reventón?.
Cuando los verdes se rinden,
él salta como un campeón.

Bailan uno tras el otro,
no se sabe cuál mejor,
y los rojos bailan tanto
que se queman en su ardor.

¡Vaya locura!
¡Vaya el Color!

El amarillo se viene
grande y lleno de fervor
y le abren paso todos
como viendo a Agamenón.

A lo humano y lo divino
baila el santo resplandor:
aromas gajos dorados
y el azafrán volador.

¡Vaya delirio!
¡Vaya el Color!

Y por fin se van siguiendo
al pavo-real del sol,
que los recoge y los lleva
como un padre o un ladrón.

Mano a mano con nosotros
todos eran, ya no son:
¡El cuento del mundo muere
al morir el Contador!

Gabriela Mistral